miércoles, 19 de noviembre de 2008


-¿Porqué me quieres?
+Porque eres perfecta.
-Sabes de sobra que no lo soy.
+Si que lo eres, lo que pasa es que tú no sabes verlo.
-¿A si? Con que yo no se verlo ¿verdad?
+Exacto.
-Dime, ¿Qué tiene de perfecto una chica que se enfada por cualquier tontería, que se piensa que todo es oscuro a su alrededor, que cree que todo lo que toca lo destruye? ¿Qué tiene de perfecto que no me crea guapa?
¿Qué tiene de perfecto que no sea adecuada para ti?
¿Qué tiene de perfecto que me alegre por casi nada y llore por casi todo?
¿Qué tiene de perfecto que haga daño a las personas que más quiero?
¿Qué tiene de perfecto que no me guste como soy?
¿Qué tiene de perfecto que me duela actuar así?

Él se quedó callado durante unos instantes.
Ella bajó la cabeza.
Él cogió con sus fuertes manos su barbilla con delicadeza, para obligarla a mirarle.
Seguidamente dijo:

+Todo eso es perfecto precisamente porque no es cierto. No te enfadas por cualquier tontería, luchas por lo que crees que es importante para ti, no es todo oscuro a tu alrededor ya que tú brillas con luz propia, no destruyes todo lo que tocas, simplemente lo cambias a mejor. Claro que no eres guapa, eres hermosísima, no eres adecuada para mi, simplemente eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No te alegras por casi nada porque no te hace falta, eres alegre por naturaleza, y lloras por casi todo porque eres una bellísima persona que exterioriza sus emociones. No haces daño a las personas que más quieres, les haces todo el bien que les puedes hacer. No te gusta como eres porque sabes que eres demasiado perfecta y crees que eso es un defecto. Te duele actuar así porque no crees que lo que hagas es lo correcto, pero te diré algo: actúas como debes.
Te quiero, te quise y siempre te querré.
Sé que no nos vamos a separar.
¿Tú quieres verme feliz?
-Claro…
+Pues hazme un favor, se como tú eres, no cambies nunca. Sé que hay mucho mal a tu alrededor pero no permitas que esas pequeñeces hagan cambiar tu forma de ser. Todos te queremos tal y como eres, lo único que falta es que tú te veas tan perfecta como lo hacemos nosotros.




Dirigido a todas aquellas personas que hayan tenido un mal día hoy… (=

(por cierto, la foto, dibujo mio ^^)

lunes, 10 de noviembre de 2008


Las lágrimas se suicidan por tus ojos, resbalando por tus mejillas hasta llegar a caer al suelo y tener así su dulce muerte.
Intentas callar tus sordos llantos sin éxito.
Quieres gritar pero esa sensación de angustia no te deja ni respirar.
Sientes un enorme nudo en la garganta que no puedes deshacer de ninguna manera.
El vómito de sentimientos y palabras está estacionado en tu estómago y se esta impacientando porque quiere salir lo antes posible.
No quieres comer, te cansa respirar, tus piernas no te funcionan, pretendes avanzar pero te resulta imposible…
Pretendes no llamar la atención y la llamas más que nunca.
Todos te rodean, intentan darte su apoyo, pero tú no ves más allá de lo tuyo.
Solo te centras en lo que tienes delante. Problemas. Problemas. Problemas. Problemas.
¿Por qué no avanzas?
¿Por qué no intentas superarte a ti misma?
¿Por qué te quedas sentada como un niño pequeño, llorando, tendida en el suelo?
No le encuentras solución.
¿Es que acaso no la tiene?
No haces nada más que tragarte tus sentimientos hasta ahogarte con ellos, y cuando ves que ese asqueroso vómito se acerca a ti de nuevo, lo único que haces es intentar soltar una pequeña parte a unos calientes oídos que estén dispuestos a escucharte.
Ya has calentado demasiado la cabeza de la gente.
¿Te sientes mejor?
No.
¿A quién quieres engañar?
No te sirve de nada contarle todos esos rollos a la gente, ya que luego no te sientes mejor, simplemente tú crees que te has quitado un peso de encima, pero en el fondo de tu ser sabes que eso no es cierto.
Da asco la situación.
Da asco que no sepas expresarte con claridad.
Da asco como actúas.
Intentas evadirte de todo aquello que no te gusta, y al ver que no lo consigues, te enrabias y piensas que todo el mundo te ha fallado, que todo sale mal, pero, ¿sabes una cosa? La culpa no es de los demás, es tan solo tuya.
Afronta tus problemas.
Demuestra que eres una adulta.
Levántate con el pie derecho cada mañana.
Olvida los temores.
Lucha por lo que crees justo.
Ama más que nunca.
Olvida el rencor.
Aplasta la angustia con la suela de tus zapatos.
Olvida el pasado.
Vive al límite el presente.
Suena perfecto ¿verdad?
Pero la verdad es que no te ha servido de nada, porque sigues pensando que todo a tu alrededor está perdido, que todos te han fallado y que eres la única que lo está pasando mal.
Tú sigue con esos absurdos pensamientos que llegarás lejos nena.
Necesitas algo que te haga reaccionar.
Algo que te de donde más duele.
Algo de lo que no seas capaz de escapar…
Te formularé una pregunta sencilla.
Estamos preparados cuando los demás nos decepcionan, porque ya sabemos que lo van a acabar haciendo tarde o temprano pero, ¿qué ocurre cuando descubres que [b]TÚ[/b] eres la decepción?

martes, 4 de noviembre de 2008


Estaban tendidos en aquel frío y duro colchón, cada uno en un lado distinto de la cama dándose la espalda.
No sabían cómo ni porque, pero sabían que tenían que arreglarlo de la manera más rápida e indolora posible. No por ella, tampoco por él, simplemente por los dos…

["Es increíble, me he pasado horas, meses, años aquí dentro con él, compartiendo miles de momentos, tanto buenos como malos, pero al fin y al cabo momentos, y ahora estamos en este mismo lecho el cual nos ha visto dormir, abrazarnos, hacer el amor y un sinfín de cosas más y parecemos dos extraños. A veces pienso que él no me entiende, que querría que yo fuera de otra manera, que cambiara por él… Es en momentos como este en los cuales sé que debo luchar pero sin embargo me veo incapaz… siento impotencia. Le quiero, no quiero separarme de él, pero ¿a caso él piensa lo mismo? ¿Puede que este sea nuestro final? Dios… daría lo que fuera por saber que esta pensando en estos instantes."

Ella, situada en el lado derecho del colchón le mira de reojo.
Él es consciente, pero sin embargo parece tan frío e inhumano…

[“Esta a mi lado y no puedo ni tan solo acariciarle la cara… Tengo tantas ganas de abrazarla, de decirle que la quiero, que no quiero se vaya jamás, que es la razón de mi existencia, mis ganas de vivir, la razón por la que me levanto mañana tras mañana, y sin embargo míranos, dándonos la espalda, ninguno dice nada, pero a la vez ambos lo sentimos todo, sobretodo aquí, bien dentro del pecho. Me quema, me revienta, debo decírselo, ahora es el momento indicado, lo noto, voy a decirle todo lo que he estado callando, sé que todo se va a arreglar. Ahora es el momento…”

- Yo…
- Debo irme
- ¿Por qué?
- Lo siento Ephram, no puedo permanecer más tiempo aquí sin hacer ni decir nada, es por eso que he de marcharme y recapacitar…

Ella se levanta y coge la puerta.
No se despiden, pero cada uno por su lado se lamenta, y en aquella triste y amarga noche ambos derramaron las lágrimas más sinceras y las más pesadas que jamás creyeron que podrían emanar de sus ojos…

Al día siguiente la busca sin cesar, pregunta, persigue, ojea, observa, pero nada, no consigue encontrarla…
Al siguiente día la misma historia vuelve a repetirse, con las mismas acciones y el mismo resultado.
El tercer día no logra soportarlo y acude a su casa. Sabía que jamás sería capaz de olvidar aquella casita, una adorable planta baja, con paredes blancas y la puerta roja…
Allí estaba él en aquel instante, inmóvil, casi sin respirar, pero logra por fin apartar el miedo, se arma de valor, agarra bien fuerte el pomo de la puerta, y casi como un rayo se infiltra dentro de aquella pequeña pero acogedora casa.
No quiere hacer ruido, quiere sorprenderla.
Se desliza cada vez de una forma más silenciosa por todos los recovecos de la casa hasta llegar a su cuarto.
La puerta se halla entreabierta, él la abre del todo, enseña el inmenso ramo de rosas rojas y justo detrás de aquel imponente ramo él entra.
Todo se derrumba, pierde las fuerzas, no puede respirar, no quiere respirar, intenta no aspirar el putrefacto olor que inunda esa parte de la casa, quiere acercarse pero no puede, quiere gritar pero no tiene fuerzas, desea llorar pero no se siente capaz…

Dos años después

-¿No crees que con el tiempo que ya ha pasado deberías olvidarte de ella?
-Intento olvidarla, pero el problema es que no se si quiero…
-Tú sabrás lo que haces, pero chico, créeme, por mucho que la pienses, ella no va a volver.

Se quedó allí, frente aquel ramo de rosas marchito que había depositado allí hacía dos años, recordando aquella macabra imagen: ella tumbada sobre la cama, con aquel vestido blanco que le quedaba tan bien, derramando suavemente su roja y dulce sangre encima de aquellas sábanas color crema. Junto a ella su perro, que guardaba aquel cadáver como si fuera lo más valioso del mundo, intentando proteger a su dueña de todo mal, aunque el mayor de los males ya estaba hecho. Junto a su mano, su fina, pétrea y muerta mano yacía una nota salpicada por algunas gotitas de sangre.

¿Qué decía la nota?
Lo mismo que su lápida: “Todo lo que hice, lo hice por ti…”

Y así acabó tu trágica historia, con ella descansando debajo de unas cuantas toneladas de tierra y él lamentándose por no haber reaccionado a tiempo, por no haberle dicho todo lo que sentía, por no haber sabido callar las lágrimas de su amada con un beso…