domingo, 7 de diciembre de 2008


Había pasado otro día más.
Otro aburrido y monótono día que se juntaba con el resto de días pasados en aquel cajón de recuerdos olvidados. Asistir a clase, hacer las mismas asignaturas, compartir ideas, ver las mismas caras, las mismas personas, las mismas circunstancias…
Llegaba la hora de regresar a casa, a aquella casa donde su amado la esperaba, seguramente impaciente, sentado en el mismo sofá de siempre, a la misma hora de siempre y con la misma sonrisa de siempre.
Todo era igual, día tras día, hora tras hora, minuto a minuto, pero, sin embargo, su interior decía que algo iba a explotar, algo grande.
Al llegar a casa, la comida estaba adornada con velas y rosas. Una botella de buen vino y su postre favorito (fresas con chocolate) reposaban sobre la mesa. Ambos se sentaron, uno enfrente del otro.
Él la miraba, ella tenía otras cosas en las que pensar.
Él no paraba de preguntar y ella no podía evitar responderle con evasivas.
-¿Qué tienes princesa?
+Nada importante.
-Es mentira y lo sabes.
+No es nada, de veras.
Dedicarle una sonrisa pobre fue lo único que se le ocurrió. No quería contárselo, ahora no.
Los platos quedaron vacíos y las fresas medio mordidas.
-Ya hemos llevado esta farsa demasiado lejos ¿no crees? Ambos sabemos que tienes algo que no quieres contar. Vamos cariño, no me hagas esto, sabes que no lo soporto.
+No sé a dónde quieres llegar… sinceramente no veo la necesidad de contártelo. Es lo de siempre. Siempre la misma historia, siempre la misma persona, siempre ELLA.
-¿Otra vez andas con el mismo cuento? No sé cuántas veces tengo que decírtelo, ella es mi pasado y ahí se quedará. No puedo borrarlo, pero tú… tú, en cambio, eres mi presente, lo que estoy viviendo ahora y sobretodo y lo más importante, eres mi futuro.
+Siempre me dices lo mismo, y yo te creo. Confío plenamente en ti, pero desconfío totalmente en ella…
-Cariño yo…
+No digas nada. Tú sabes que no soy celosa y que te doy absoluta libertad en todo lo que haces pero ella… ella saca lo peor de mi persona, saca mi lado oscuro, saca todo el dolor que llevo dentro. Ella…
-Ella entre tú y yo no es absolutamente nada ¿me oyes? Nada.
+Si… supongo que tienes razón…
Y otra sonrisa falsa y pobre le fue dedicada. Zanjaron la conversación con un beso y recogieron los restos de su enfrentamiento.
-Deja, ya friego yo.
+No, es igual, tú ves a descansar ya me encargo yo mi amor.
Él besó su frente con la máxima ternura y se retiró.
Ella frotaba los platos y los vasos con violencia mientras le daba vueltas y vueltas a la misma historia. Aquella tarde aquella vajilla quedó más limpia que nunca, a pesar de estar fregada con ira, rabia y desesperación.

3 comentarios:

Ácrata dijo...

Bff... hace tiempo que me leí esta actualización y nunca me acordaba de comentarla, hoy que como sabes de sobras (pobrecita mía) voy harta de café, aprovecho.
Tu texto tiene rabia contenida, chiquilla... pero son situaciones típicas de la vida cotidiana.
Y bueno lo que me has dicho en tu comentario ("si yo fuera Dios los exiliaría") es una prueba de que Dios no existe, porque si existiera no sería tan cruel.
Un besito guapa, a ver si quedamos para ir a algún concierto, aunque sea para pasearnos por ahí...
Un besito guapa!
:)
Y perdón... no volveré a mencionar a Paris.

Ácrata dijo...

Dos besitos y dos piropos...
Joder, pa' que luego me digas que no te quiero...

Anónimo dijo...

=)